domingo, 10 de marzo de 2013

¿Los sueños, sueños son?

Sabía que estaba despierta, lo notaba, pero no quería abrir los ojos. Respiraba y estaba en un lugar distinto al de costumbre, el olor, la brisa era distinta. Moví lentamente las manos, era arena. Notaba que había alguien a mi lado, sentía su presencia. Abrí los ojos muy despacio, el sol me cegó por completo y los volví a cerrar. Los volví a abrir. ¿Qué hacía en aquel lugar? No me apetecía pensar. A mi lado había un hombre, un chico joven. Sonreí, dormía con tanta paz, no quería despertarle. Le estuve observando durante un largo tiempo, su pelo negro era precioso, se movía lentamente con la brisa, su pecho subía y bajaba y sus labios estaban perfectamente perfilados. ¿Quién era? Me tumbé hacía arriba y dejé que el sol acariciara cada parte de mi cuerpo. Respiré hondo, el olor del mar hizo que me incorporara. Estaba en una playa, en la orilla del mar.
Lo último que recordaba era que me metí en la cama un frío día de febrero, que cerré un día de mi estúpida rutina. Ahora me encontraba sentada en la orilla de un precioso paisaje. Miré al infinito; mar, mar y más mar. Me levanté lentamente y observe lo que me rodeaba, había verde por todos lados, palmeras que se perdían en el cielo. Avancé hasta estar cerca del agua, di unos pasos y dejé que rozara mis pies desnudos. Llevaba puesta una camisa blanca, dos o incluso tres tallas más que de la que uso, no era mía. Giré mi cabeza para mirarlo. Seguía durmiendo. Avance un poco más y el agua rozo mis rodillas. Una ola me acaricio y ciñó la camisa a mi cuerpo. El viento movía mi cabello de un lado a otro, no me molestaba. Ahí no podía molestarme nada. Salí del agua y me senté en la orilla, en el mismo sitio dónde había amanecido. Miré al horizonte y sonreí. Ese lugar era increíble, no sé qué hacía ahí, pero no necesitaba respuestas. Un suspiro me alertó, se había despertado.
Sus ojos negros se toparon con los míos, estaba asustado. Me tumbé a su lado y le sostuve la mirada. Le sonreí, eso le tranquilizo. Hizo amago de hablar pero le tape la boca con el dedo índice. En ese lugar no hacían falta las palabras. Tenía el torso desnudo y llevaba un vaquero. La luz del sol marcaba su piel morena y su mirada era capaz de abrir cualquier horizonte. Se incorporó y antes de levantarse me tendió la mano. Al levantarme apoyé mi mano en su espalda, sólo el roce de su cuerpo me erizó la piel. ¿Le conocía? ¿Estaría tan confundido cómo yo? ¿Qué hacíamos en un sitio como ese? Poco importaba, no quería separarme de él. Al ver la camisa mojada, sonrió. Me cogió en brazos como si cogiera a una pluma y empezó a correr hacía el agua. Reía sin escuchar mi propia risa, solo escuchaba la suya y me limitaba a observar su cálida sonrisa. Sus pantalones y mi camisa estaban totalmente mojados, sin duda sobraban. Me la quité lentamente y me sumergí en el agua. Empecé a nadar como si fuera una sirena. Por primera vez en mi vida, me sentí libre, hasta que alguien me rozó la cintura. En ese momento me sentí presa, asustada. Eran sus manos. Me retiró el mechón de pelo mojado que cubría mi cara. Nos miramos. ¿Ninguno de los dos iba a hablar? No. Me acercó a él. Ni el agua era capaz de fundirse en nuestros cuerpos, estábamos completamente pegados. Entrelacé mis piernas a su cintura y apoyé mi mejilla en su hombro. El corazón le iba a mil por hora, no pude evitar sonreír. Después de largos minutos así le miré a los ojos y le di un dulce beso en la nariz, soltó una carcajada. Me solté de sus brazos y me dirigí a la orilla. Tenía los dedos arrugados del agua, no podía calcular cuánto tiempo habíamos pasado en el agua porque en ese lugar no existía el tiempo.
Al tocar la arena seca, sentí calor. Él sol volvía a ser el protagonista. Me dirigí a un muelle que había a pocos metros de dónde estaba. Caminé hasta el final y me senté. Mis pies colgaban y solo rozaba el agua con la punta. Volví a mirar al infinito, ese lugar era especial y no quería irme nunca de allí. ¿Dónde estaba? ¿Podría volver o simplemente no me iba a irme nunca? Escuché el crujido de la madera y supe que eran sus pasos dirigiéndose hacia mí. Se sentó a mi lado y miró el horizonte, ¿qué estaría pensando? ¿Pertenecía él a aquel lugar, o estaba tan confundido como yo? Nadie habló, las respuestas no llegaron, pero las preguntas cesaron. Noté su mirada clavada en mí, eran como alfileres que arañaban mi piel con un dulce dolor. Sin saber por qué me tiré a sus brazos. Hundí mi cabeza en su pecho. Ese lugar superaba a cualquiera de los lugares que había estado o estaría. Me tocó la barbilla y me levantó la cara, buscó mis labios con su dulce mirada y volvió a mirarme a los ojos. Nunca había visto unos ojos como aquellos, una mirada que con tanto silencio me lo transmitiera todo, no hacía falta hablar. Me dolían los labios, necesitaba besarlo. Probarle. Se acercó a mi rostro y acarició mis labios con los suyos lentamente. Nuestro ritmo se aceleró y noté su lengua en mi boca, estaba salada por el agua del mar. No quería parar, necesitaba más.
De repente, algo cambio, tanto que hizo que nos separáramos y que pusiéramos fin a aquel beso, que por si de los dos fuera, no hubiese terminado nunca. El cielo se puso negro y el agua empezó a cobrar más vida de la que ya tenía. Empezamos a correr por el muelle de la mano y al llegar a la arena se derrumbó. ¿Qué estaba sucediendo? Me soltó la mano para cogerme por la cintura y atraerme hacía el. Me beso en la frente y luego en los labios, antes de que pudiera responderle con un beso, empezó a correr hacia el mar. Se sumergió y corrí tras él. No quedaba ni rastro, las olas eran fuertes, me empujaban de un lado a otro, me dejaba llevar, quería salir de ese lugar y no sabía cómo. Sin él, ese sitio no tenía sentido. Mis lágrimas se fundían con el mar y mis gritos eran silenciados por el choche de las olas. No quedaba nada más, yo no era nadie. Me rendí, dejé de luchar, hasta que note sus manos alrededor de mi cuerpo. No abrí los ojos, pero estaba despierta. Me tumbó en la arena y me beso en los labios. El sol había vuelto a salir.
 Abrí los ojos para verle, para ver su rostro de nuevo, pero lo único que vi fue oscuridad. Mi cuerpo estaba envuelto entre sábanas. Roce mis labios con mis dedos, todavía notaba sus besos en mi cuerpo. Me mojé los labios con cuidado, estaban salados. Me incorporé y miré la hora en el móvil; 5.03. ¿Había sido un sueño? Si era así ¿por qué mis labios sabían a mar y notaba su mirada en mi cuerpo? ¿Quién era él? Hice lo posible para volver a dormirme, para retomar el sueño dónde lo había dejado, para volver a probarle, para preguntarle millones de cosas. En ese momento, sí que eran necesarias las palabras.


domingo, 10 de febrero de 2013

Líos de noches.

“Pueden pasar 3000 años, puedo besar otros labios, seducir otras miradas pero nunca te olvidaré.  En cada paso que doy está escrita tu mirada, en cada caricia tus besos y en cada mirada tus ojos. Desde que te fuiste no hay cosa que no te traiga a mí, no consigo olvidarte.”
Si algo ha aprendido en toda en esta historia, a parte de llorar de dolor y de alegría, ha sido que los días de lluvia le traen suerte. Un frio día de enero, con un cielo roto, el destino junto a dos personas distintas, dispuestas a amarse y echarse de menos allí donde fueran. Situaciones escalofriantes, dolor, sonrisas falsas, dolor verdadero, esos contrarios que fueron necesarios para que se diese su amor.
Él un Casanova, conquistando a todas, sin importarle lo que dejaba roto. Ella, ideas claras, objetivos inmutables y sonrisas verdaderas, sin maldad. Cómo el agua y el aceite, dispuestos a encontrarse y convertirse en una persona con cada suspiro.
Distancias, mentiras, ilusiones rotas y sueños compartidos. Mensajes inesperados, caricias a ella y a muchas otras, y otra vez mentiras.

viernes, 5 de octubre de 2012

La vida, tan sencilla y retorcida.

Sueños, esperanzas, suspiros, sensaciones sin ningún tipo de coherencia, besos sin limite, abrazos desenfrenados y a la vez tranquilos, cielos que creas con tus propias manos, sonrisas sinceras, miradas odiosas que crean la sensación más morbosa de la historia, carmín en una copa de vino que se vacía con cada ilusión y besos otra vez, lentos, rápidos, sensuales, tristes pero todos increíbles. Caricias de amor, de un no quiero volver a verte y a la vez de un hazme tuya hasta el fin de tus días. Días tristes, días únicos y días envueltos de recuerdos. Odiosa y estúpida realidad, distancia, dos cuerpos en solo uno, ojos negros, piel tenue, suave. Lento, rápido y un sinfín que quieres que dure para siempre, esperas que duran toda una vida y otros encuentros que lo único que esperas es que salga el sol. La luna, blanca pero siempre ahí dispuesta a iluminar la oscuridad. Cómplices y enemigos, amigos que se desean cada segundo que pasa de esa falsa y estúpida amistad. Palabras que te roban el habla y palabras que duelen. Situaciones que te arruinan la existencia, que te devuelven la ilusión o que te la quitan. La vida, es eso, es sencilla y retorcida a la vez.

martes, 2 de octubre de 2012

Lejos de mi.

Algo empieza en el instante en el que empiezas a ver la vida de otro modo, cuando fijas tu mirada en cosas que antes te parecían insignificantes; sonríes de manera distinta e incluso tus expresiones cambian. Pero la acción de empezar es muy sencilla, las cosas se dificultan cuando tienes que terminar con estos cambios porque sabes que no van a ningún lugar, a un callejón sin salida. ¿Qué hacer en esos momentos?
Quiere que pasen cosas, que empiece un beso sin final, un abrazo eterno y un contacto que queme como el fuego. Podrían pasar tantas cosas entre ellos, pero aquí interviene la impotencia del no poder, hay algo superior que impide todo esto. Una fuerza que nadie puede luchar contra ella, un sentimiento de no poder cambiar nada de lo que les rodea. Aun así siguen adelante, no se plantean los inconvenientes y lo mucho que puede lastimar lo que se les puede caer encima. Piensan que sus miradas y sus complicidades están por encima de eso, error. La realidad no es tan sencilla y tan buena, es dura y al igual que su contacto, quema con el fuego. Demasiado tiempo para volver a verse y besarse. Meses y meses de historias y de situaciones dispuestas a romper con ellos, de rasgarles en dos y de romperlos para siempre.

lunes, 1 de octubre de 2012

Un solo recuerdo y una vida entera para recordarlo.

En esos días, en los que tu rostro era mi primer pensamiento al despertar, siempre salía el sol, por mucho que cayeran lágrimas del cielo, veía un pequeño rayo de luz dispuesto a iluminar mi día.
Me vi en un sitio rodeada de gente pero a la vez me sentí increíblemente sola. Un sentimiento de nostalgia me atravesó el pecho y me maree, pies no me falléis ahora pensé. Me tuve que sentar en el primer banco que encontré. Respiré hondo y continúe concentrada en el helado de fruta pasión que ya estaba casi deshecho en mis manos, pero esa puñalada en el pecho volvió a mi y sin levantar el rostro me quedé mirando el rojo de mi helado, los restos de helado en mis manos como si fuera sangre, su sangre.
Sonreí, su sangre me recordó a él. Me recordó a su sonrisa perfecta, a sus ojos negros, sus manos benditas y a esos brazos que tanto me protegían en la oscuridad. Cerré los ojos y un abrazo de aire  me rozó,  supe que era él y después de tanto tiempo le note cerca. Me encendí un cigarro y me dispuse a pensar, no lo hacia mucho porque pienso que cuando menos recuerdas, menos duele. Desde que él murió empecé a fumar, recuerdo que odiaba que fumase y odiaba esos besos tan únicos a sabor a tabaco a los que me acabé acostumbrado y los que tanto necesito ahora, por eso fumé a partir de ese día, ese día que cambio mi vida completamente. En cada calada me fumo su recuerdo y cuando lo apagó, me queda el mismo sabor de boca que tenía él, y es que aunque no piense, cada uno de mis movimientos se basan en tenerle más cerca y si el tabaco era uno de ellos, no iba a dejar de fumar.
Nunca pensé en que iba a perder a alguien de forma tan trágica, nacemos para sufrir y todos superamos una despedida o un último beso. Me creía fuerte hasta el momento en que le vi apoyado en la barra de aquel bar. Supe que era él, a quien estaba esperando.  
Pero, ¿Quién iba a creer que estaba destinada con esa persona? Borré esa estúpida idea de mi cabeza, mientras le miré por última vez bebiendo el último trago de cerveza, cogí mi bolso, la mano de mi amiga y salí de ese bar. Mi amiga se paró en seco y sin decir nada volvió al grupo de chicos donde estaba él y  se saludó con uno de ellos. Las piernas me temblaron y él se acercó para ofrecerme un cigarro.
-¿Fumas?- Era precioso, superaba a todos los personajes de mis libros, de películas y todos los anteriores que había conocido. Su piel color canela y sus ojos negros hablaban por si solos. Me quedé sin nada que decir, no sabia que contestarle. Realmente quería besarle en aquel instante, por una vez quería olvidarme de la realidad, de mis obligaciones y centrarme en mi, en lo que sentía en aquel momento que sabia que no volvería a repetirse.
De ahí pasaron los meses, los días, las noches hasta encontrarme en su coche un viernes de madrugada después de coincidir en una discoteca. Lo cierto es que insistió en llevarme a casa y no me pude negar. Desde que me ofreció de su paquete de tabaco mi vida dio un giro, empezamos a vernos, me llamaba y aguantaba mis problemas y confusiones. Fue un trayecto largo, los dos mirábamos a la carretera en silencio cuando subió la música para que no escuchar mis pensamientos y ni yo los suyos. Notaba que me miraba veía que nos chocábamos, pero no me importaba desaparecer de la vida en ese instante, era feliz, más que nunca.
Paró el coche en seco, sin explicaciones. Por un momento me asusté, note su mano en mi mejilla y sus ojos en los míos. Me quedé inmóvil hasta que nos besamos, a partir de ahí no pude parar.  Necesitaba sus besos, sus manos por mi cuerpo y sus sonrisas en mis días. Me hacia reír como nadie, vivimos tanto en su coche, era como nuestra casa y allí era donde construíamos todo nuestro futuro juntos. Le amaba sobre todas las cosas y solo era feliz cuando estaba con él. Mi familia y mis amigas empezaron a decir que era una relación obsesiva, me daba igual, lo era. Le necesitaba, necesitaba que me hiciera suya todos los días. Podía pasarme toda una tarde abrazada a él, solo en ese instante sabia que era mio, discutíamos a menudo y aun así me encantaban las discusiones. Luego los dos sonreíamos y nos hacíamos el amor con rabia. Mi vida era perfecta gracias a él, nadie había llenado nunca mis días y supe lo que era el amor, probé de la droga a la que todavía, al día de hoy tengo mono, sudores nocturnos y lágrimas de impotencia por no poder volver a probar.
Un día de junio tuve una pelea con mis padres y como siempre acudí a él, me dijo que cogiera un bolso con algo de ropa y que en media hora venia a recogerme. Abrí mi armario. Me puse mis pantalones cortos que tanto odiaba mi padre y mi cazadora de cuero negra. Salí de casa sin explicaciones. Él me esperaba en el descampado dónde me hizo suya por primera vez. Le vi, dejé caer el bolso y fui corriendo a abrazarle, me cogió,  me apoyo en el capo de su coche y me besó como nunca lo había hecho. Nos montamos en el coche y sin saber porque le pedí un cigarro, me gustaba como sabían sus besos y así que no dude en saber que me iba a gustar. En la parte trasera del coche había una maleta, y al verla le sonreí. Nos íbamos a fugar juntos de toda esa mierda.
-Tu y yo juntos siempre, pase lo que pase. Nunca te dejaré, siempre serás la reina de mis pesadillas y de mis sueños. Quiero ver esa sonrisa el resto de mi vida y si algún día te falto, entraré dentro de ti para no salir jamás. 
No sabía porque decía eso, pero me encanto. Todo me cuadro dos días después cuando amanecí en una cama de hospital. Le dije a los médicos, familia, policías que no recordaba nada cuando a la vez lo recordaba todo.  Después de besarme, aceleró. Aceleró como nunca lo había hecho dentro de mí, bajo la ventanilla y sentí el aire de la oscuridad en mi rostro. Salimos de un cruce y volvió a acelerar, yo mientras le miraba y de pronto nuestras miradas se cruzaron, me dijo que me amaba como nunca me lo había dicho y un camión se abalanzo contra nosotros.
Sabía que el mundo estaba contra nosotros pero nunca pude imaginar que me lo arrebatarían de esa forma. Abrí los ojos y le vi a dos centímetros de mí, lleno de sangre. Las lagrimas me caían de los ojos, no podía ayudarle y sonreí al respirar su último suspiro, como él dijo, en ese suspiro entro dentro de mi para no salir nunca más. Le había pedido, estaba muerto y yo viva, había sobrevivido. Maldecí mi existencia, quería morir como él pero estaba demasiado débil para intentarlo, mis ojos llenos de lagrimas y dolor se cerraron por si solos.Después de dos días amanecí en un hospital con la mano de mi madre entre la mía y nada más verme despertar me abrazo. No dije nada, simplemente cerré los ojos y me alegré que estuviera ahí conmigo. Sabía que me había quedado sola y solo les tenía a ellos, sabía que debía ser fuerte y afrontar los días que me quedaban.
Solo cuando estoy sola, en la oscuridad me rompo en dos y le recuerdo. Lloro sin parar. Dos años después sigo en el mismo sitio con el mismo dolor. Me paso las tardes de domingo en ese descampado dónde todavía están las marcas de neumáticos de su coche y la última botella de vodka que nos bebimos una noche de sábado.

martes, 17 de enero de 2012

Corazón abierto.

Esa noche no quería pensar, se negó. Se negó a volver a derramar una lágrima por sus besos o por una de sus falsas sonrisas que a la vez eran tan verdaderas. Pero no pudo evitarlo, se incorporó y se vio pequeña en aquella cama tan grande, se asustó y salió de ella, la miró y pensó en todas las historias que podría contar, sonrío, sabia que era su compañera más fiel. Pero al instante volvió ese sentimiento de nostalgia y tan valiente como siempre salió al balcón, y dejó que en ese frío y triste día de enero el viento acariciara su cuerpo como lo hicieron sus manos. Por un momento las rodillas le temblaron. La luna iluminó sus ojos, como lo hacia su sonrisa. No podía evitarlo, le echaba de menos. Después de que el suelo ensuciara sus pies como lo hicieron sus mentiras, entró en su habitación y volvió a esa confusión de pensamientos que tenia por sábanas. Siempre ha sabido lo que era bueno para ella, lo que debía de hacer y lo que no, pero en aquel instante aun sabiendo el daño que él podía causar necesitaba verlo, encontrárselo por la fuerza del destino… Pero el destino le abandonó cuando se dio cuenta en la mentira en la que estaba, no era suyo, ya era de otra y ya era demasiado tarde, ya había amado con corazón abierto.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Infinito.

La luz de la luna, cálida y pacífica entre por el balcón iluminando poco a poco el íntimo piso. El silencio es el único que habla, solo se escucha de fondo agua cayendo, hay alguien duchándose, pero a la luna poco le importa eso. Su luz recorre toda la casa, vive una mujer sin ninguna duda, la decoración le delata. No es un piso muy grande pero si acogedor, por las fotos no deberá tener más de veinticuatro años, es una chica descuidada por la manta sin doblar que hay en el sofá y solitaria por el botellín de cerveza vacío que hay en la mesa, le gusta olvidarse de la realidad de vez en cuando por el paquete de Malboro medio vacío que hay escondido en el cajón. La luna sigue avanzando hasta que se topa con un sentimiento de soledad, una foto enmarcada en un cuadro blanco, dos amigas en un mirador. Se les ve alegres, con una sonrisa real y un color que ni el mejor maquillaje lo conseguiría, el color de la felicidad, se abrazan a la vez que ríen. El silencio se rompe, ha salido de la ducha. Abre la puerta y sale una ola de vapor, la luna le observa. Un pie y luego otro, ha mojado todo el suelo pero la luna se queda parada, otra vez. En el pie derecho, en el interior tiene una marca en la piel negra, un infinito. Hasta la luna que todo lo sabe, no puede llegar a imaginar lo que es ese símbolo para ella.  Mira el reloj, llega tarde haya donde vaya y por su cara de pocos amigos no le apetece salir, quiere quedarse en su hogar, tranquila. La hora llega, el rayo de la luna desaparece y se traslada a otro hogar, algo diferente a ese.

martes, 25 de octubre de 2011

Mil y una página.

Creo que todo el mundo está destinado a estar en el lugar idóneo, a una hora exacta y en un momento determinado. La vida es así, un libro abierto. A veces te aferras a una página que nunca quieres pasar, otras quieres cerrar el libro, que nadie lo vuelva a abrir. Pero hay que ser fuerte, abrirlo y continuar leyendo porque en un capítulo estarás triste, habrá páginas arrugadas y apestosas pero en otras sonreirás y su aroma te llenará de luz al despertar. Esos serán los que recuerdes siempre, esas páginas te ayudaran a seguir, asique aferrarte a ellas cuando quieras cerrar el libro de golpe, porque la vida es dura y muchas veces no es lo que queremos que sea.

domingo, 23 de octubre de 2011

Mi mirada cambio hace un tiempo.

Quiero respirar tu aire, rozar tus labios con mi mirada o abrazarte con solo tocarte. Quiero que mis besos sean una droga para ti y que mis sonrisas se conviertan en las tuyas. Pero eso es lo que es, querer y querer. A veces querer no es poder, vamos nunca. ¿Soñar es gratis no? Porque eso es lo que llevo haciendo toda la vida, soñar. No es malo, pero no es suficiente. No es suficiente que las sábanas me abracen y las confunda contigo, aunque si cierro muy fuerte los ojos creo que estás ahí, en el otro lado de la cama preparado para que cuando me despierte asustada me abraces, pero luego suena el despertador y me encuentro sola. Ni siquiera sé dónde estás o si piensas en mí. Me encantaría poder verte todos los días, pero sé que si eso sucediera nunca me atrevería a decirte nada. Por eso hace un tiempo que todos esos sueños son indiferentes, vivo el día a día como si nada pasase, como si no me importaras pero es en los sueños cuando el subconsciente me traicionas y vuelves aparecer.

lunes, 10 de octubre de 2011

La travesía del verano.

Llego tarde, son menos cuarto y entro a en punto. Salto de la cama, sin tener en cuenta esos diez minutos que me quedo en ella posponiendo el reloj. Me visto rapido y mientras pienso lo lista que fui ayer por dejarme preparada la ropa, corro hacia la cocina y con la cara aún de dormida le doy a la cafetera. Mientras me pongo un poco de color en las mejillas, me tomo rápido café que hace de antídoto en aquel momento, me lavo los dientes, me pongo la gabardina y salgo. Increible, llego puntual.
Respiro hondo y me relajo, me fijo en la gente que va con prisas, que no paran por miedo a darse cuenta de la realidad, corren y corren porque lo único que quieren, como yo, que pase ese lunes amargo de otoño y así que pasen los días hasta verano. Para que la luz del día te despierte, para que el despertador se ahorre sonar o para que la risa de aquellas personas especiales sea el antídoto para despertarte por las mañanas.