“Pueden pasar 3000 años, puedo besar otros labios, seducir otras miradas pero nunca te olvidaré. En cada paso que doy está escrita tu mirada, en cada caricia tus besos y en cada mirada tus ojos. Desde que te fuiste no hay cosa que no te traiga a mí, no consigo olvidarte.”
Si algo ha aprendido en toda en esta historia, a parte de llorar de dolor y de alegría, ha sido que los días de lluvia le traen suerte. Un frio día de enero, con un cielo roto, el destino junto a dos personas distintas, dispuestas a amarse y echarse de menos allí donde fueran. Situaciones escalofriantes, dolor, sonrisas falsas, dolor verdadero, esos contrarios que fueron necesarios para que se diese su amor.
Él un Casanova, conquistando a todas, sin importarle lo que dejaba roto. Ella, ideas claras, objetivos inmutables y sonrisas verdaderas, sin maldad. Cómo el agua y el aceite, dispuestos a encontrarse y convertirse en una persona con cada suspiro.
Distancias, mentiras, ilusiones rotas y sueños compartidos. Mensajes inesperados, caricias a ella y a muchas otras, y otra vez mentiras.