lunes, 1 de octubre de 2012

Un solo recuerdo y una vida entera para recordarlo.

En esos días, en los que tu rostro era mi primer pensamiento al despertar, siempre salía el sol, por mucho que cayeran lágrimas del cielo, veía un pequeño rayo de luz dispuesto a iluminar mi día.
Me vi en un sitio rodeada de gente pero a la vez me sentí increíblemente sola. Un sentimiento de nostalgia me atravesó el pecho y me maree, pies no me falléis ahora pensé. Me tuve que sentar en el primer banco que encontré. Respiré hondo y continúe concentrada en el helado de fruta pasión que ya estaba casi deshecho en mis manos, pero esa puñalada en el pecho volvió a mi y sin levantar el rostro me quedé mirando el rojo de mi helado, los restos de helado en mis manos como si fuera sangre, su sangre.
Sonreí, su sangre me recordó a él. Me recordó a su sonrisa perfecta, a sus ojos negros, sus manos benditas y a esos brazos que tanto me protegían en la oscuridad. Cerré los ojos y un abrazo de aire  me rozó,  supe que era él y después de tanto tiempo le note cerca. Me encendí un cigarro y me dispuse a pensar, no lo hacia mucho porque pienso que cuando menos recuerdas, menos duele. Desde que él murió empecé a fumar, recuerdo que odiaba que fumase y odiaba esos besos tan únicos a sabor a tabaco a los que me acabé acostumbrado y los que tanto necesito ahora, por eso fumé a partir de ese día, ese día que cambio mi vida completamente. En cada calada me fumo su recuerdo y cuando lo apagó, me queda el mismo sabor de boca que tenía él, y es que aunque no piense, cada uno de mis movimientos se basan en tenerle más cerca y si el tabaco era uno de ellos, no iba a dejar de fumar.
Nunca pensé en que iba a perder a alguien de forma tan trágica, nacemos para sufrir y todos superamos una despedida o un último beso. Me creía fuerte hasta el momento en que le vi apoyado en la barra de aquel bar. Supe que era él, a quien estaba esperando.  
Pero, ¿Quién iba a creer que estaba destinada con esa persona? Borré esa estúpida idea de mi cabeza, mientras le miré por última vez bebiendo el último trago de cerveza, cogí mi bolso, la mano de mi amiga y salí de ese bar. Mi amiga se paró en seco y sin decir nada volvió al grupo de chicos donde estaba él y  se saludó con uno de ellos. Las piernas me temblaron y él se acercó para ofrecerme un cigarro.
-¿Fumas?- Era precioso, superaba a todos los personajes de mis libros, de películas y todos los anteriores que había conocido. Su piel color canela y sus ojos negros hablaban por si solos. Me quedé sin nada que decir, no sabia que contestarle. Realmente quería besarle en aquel instante, por una vez quería olvidarme de la realidad, de mis obligaciones y centrarme en mi, en lo que sentía en aquel momento que sabia que no volvería a repetirse.
De ahí pasaron los meses, los días, las noches hasta encontrarme en su coche un viernes de madrugada después de coincidir en una discoteca. Lo cierto es que insistió en llevarme a casa y no me pude negar. Desde que me ofreció de su paquete de tabaco mi vida dio un giro, empezamos a vernos, me llamaba y aguantaba mis problemas y confusiones. Fue un trayecto largo, los dos mirábamos a la carretera en silencio cuando subió la música para que no escuchar mis pensamientos y ni yo los suyos. Notaba que me miraba veía que nos chocábamos, pero no me importaba desaparecer de la vida en ese instante, era feliz, más que nunca.
Paró el coche en seco, sin explicaciones. Por un momento me asusté, note su mano en mi mejilla y sus ojos en los míos. Me quedé inmóvil hasta que nos besamos, a partir de ahí no pude parar.  Necesitaba sus besos, sus manos por mi cuerpo y sus sonrisas en mis días. Me hacia reír como nadie, vivimos tanto en su coche, era como nuestra casa y allí era donde construíamos todo nuestro futuro juntos. Le amaba sobre todas las cosas y solo era feliz cuando estaba con él. Mi familia y mis amigas empezaron a decir que era una relación obsesiva, me daba igual, lo era. Le necesitaba, necesitaba que me hiciera suya todos los días. Podía pasarme toda una tarde abrazada a él, solo en ese instante sabia que era mio, discutíamos a menudo y aun así me encantaban las discusiones. Luego los dos sonreíamos y nos hacíamos el amor con rabia. Mi vida era perfecta gracias a él, nadie había llenado nunca mis días y supe lo que era el amor, probé de la droga a la que todavía, al día de hoy tengo mono, sudores nocturnos y lágrimas de impotencia por no poder volver a probar.
Un día de junio tuve una pelea con mis padres y como siempre acudí a él, me dijo que cogiera un bolso con algo de ropa y que en media hora venia a recogerme. Abrí mi armario. Me puse mis pantalones cortos que tanto odiaba mi padre y mi cazadora de cuero negra. Salí de casa sin explicaciones. Él me esperaba en el descampado dónde me hizo suya por primera vez. Le vi, dejé caer el bolso y fui corriendo a abrazarle, me cogió,  me apoyo en el capo de su coche y me besó como nunca lo había hecho. Nos montamos en el coche y sin saber porque le pedí un cigarro, me gustaba como sabían sus besos y así que no dude en saber que me iba a gustar. En la parte trasera del coche había una maleta, y al verla le sonreí. Nos íbamos a fugar juntos de toda esa mierda.
-Tu y yo juntos siempre, pase lo que pase. Nunca te dejaré, siempre serás la reina de mis pesadillas y de mis sueños. Quiero ver esa sonrisa el resto de mi vida y si algún día te falto, entraré dentro de ti para no salir jamás. 
No sabía porque decía eso, pero me encanto. Todo me cuadro dos días después cuando amanecí en una cama de hospital. Le dije a los médicos, familia, policías que no recordaba nada cuando a la vez lo recordaba todo.  Después de besarme, aceleró. Aceleró como nunca lo había hecho dentro de mí, bajo la ventanilla y sentí el aire de la oscuridad en mi rostro. Salimos de un cruce y volvió a acelerar, yo mientras le miraba y de pronto nuestras miradas se cruzaron, me dijo que me amaba como nunca me lo había dicho y un camión se abalanzo contra nosotros.
Sabía que el mundo estaba contra nosotros pero nunca pude imaginar que me lo arrebatarían de esa forma. Abrí los ojos y le vi a dos centímetros de mí, lleno de sangre. Las lagrimas me caían de los ojos, no podía ayudarle y sonreí al respirar su último suspiro, como él dijo, en ese suspiro entro dentro de mi para no salir nunca más. Le había pedido, estaba muerto y yo viva, había sobrevivido. Maldecí mi existencia, quería morir como él pero estaba demasiado débil para intentarlo, mis ojos llenos de lagrimas y dolor se cerraron por si solos.Después de dos días amanecí en un hospital con la mano de mi madre entre la mía y nada más verme despertar me abrazo. No dije nada, simplemente cerré los ojos y me alegré que estuviera ahí conmigo. Sabía que me había quedado sola y solo les tenía a ellos, sabía que debía ser fuerte y afrontar los días que me quedaban.
Solo cuando estoy sola, en la oscuridad me rompo en dos y le recuerdo. Lloro sin parar. Dos años después sigo en el mismo sitio con el mismo dolor. Me paso las tardes de domingo en ese descampado dónde todavía están las marcas de neumáticos de su coche y la última botella de vodka que nos bebimos una noche de sábado.

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